Al principio, éramos un pequeño equipo de soñadores. Buscábamos productos para comercializar sin tener que invertir grandes sumas, porque los recursos eran limitados. Probamos materiales, nos tropezamos una y otra vez… pero cada error nos enseñó que la sostenibilidad no era un camino fácil, sino necesario y urgente.
La primera bolsa compostable que trabajamos se rompía con solo mirarla: no soportaba ni el peso de una manzana. La segunda, que comercializamos después, cumplía con todas las normas, pero no tenía nuestra esencia. Aunque era funcional, no lográbamos despegar financieramente.
Pero no nos rendimos. Buscamos, probamos y volvimos a intentar, hasta que llegó el momento clave: nuestra primera importación propia. Fue entonces cuando entendimos que la calidad no se negocia… se construye con paciencia, persistencia y un rigor que solo nace del amor por el planeta.